Segunda temporada
- FAU-NO editores

- 14 jul
- 4 Min. de lectura
El origen
Por: Kléver Vásquez
FAU-NO editores mantiene en sus propias siglas su origen. FAU hace referencia a la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central del Ecuador, y el adverbio que lo complementa es un rotundo no. ¿Se niega a la FAU?, es posible. Surge cuando las autoridades de la Facultad exigieron las claves y el control de un blog que, como director editorial, lo había creado en una administración anterior, blog que para entonces ya contaba con algunos contenidos docentes y académicos, los mismos que no satisfacían las expectativas propagandísticas de la nueva administración. Ante la negativa a su pedido se me exigió quitar el logo de la institución. Así lo hice y con ello apareció FAU-NO, y ahora que se trataba de un blog personal seguí invitando a los docentes a escribir. Sin embargo, parece que el adverbio de negación junto a la pata de cabra de su logo, no fueron del agrado de las autoridades quienes me separaron definitivamente de la dirección editorial, dejando a medio camino la indexación de la revista “Arquitectura y Sociedad” que también estaba a mi cargo.
Dejando de lado ese cruce tupido de eventos, se puede leer de corrido las siglas de FAU-NO y aparecerá el fauno con toda su carga simbólica de libertad natural e intuitiva, y así empezamos a recolectar textos de un jardín más amplio y colorido para juntarlos luego en un racimo de temporada. Ahora que este blog puede correr libre compartiendo diversos pensamientos sobre arquitectura nos entusiasma anunciarles los escritos de la segunda temporada. Por supuesto, sin olvidar que esto solo puede ser posible gracias a la experiencia editorial de Verónica Rosero, docente FAU que reconoce la importancia del texto en la arquitectura y pertenece al grupo docente del Taller + de la Facultad de arquitectura de la UCE, equipo con el que conformamos un cuerpo académico que, en estos tiempos de vértigo e inteligencia artificial, cree aún en el lento proceso del pensamiento arquitectónico.
El fauno metió la pata; ahora saca la cabeza
Reseña sobre la primera temporada de “Columna de arquitectura y opinión” de FAU-NO Editores.
Por: Verónica Rosero
El fauno ha metido la pata: ha invitado a siete colaboradores/as a escribir un texto sin más restricciones que hablar sobre arquitectura en unas 1000 palabras. Nueve textos después, la primera temporada trajo enfoques muy diversos entre el ensayo y la crítica. ¿Cómo conectar esa variedad para proponer una síntesis? Los textos de Ingrid Quintana y Kléver Vásquez entrecruzan arquitectura y cine, lo que invita a agruparlos. Sin embargo, cada uno despliega su propio universo y da lugar a dos grandes bloques temáticos.
Vásquez, en El Brutalista, aborda más que cine y arquitectura: confronta los ideales del acto creativo y el mito del arquitecto estrella, retratando al artista mártir cuyo sufrimiento se justifica por su obra. Esa figura resuena en la reseña que elaboré sobre El precariado en la arquitectura, donde aparece el profesional atrapado en precariedad laboral, maltrato psicológico y “salarios emocionales”. El personaje de El Brutalista es explotado por el señor (o señora) de la corbata o de la camiseta: porque, sin importar el género, se ha aprendido a perseguir ese ideal. Ya no sorprenden los grupos mayoritariamente femeninos en las facultades, pero en la práctica profesional las mujeres —más que los hombres— enfrentan condiciones laborales inestables, disfrazadas a veces de colaboración con perspectiva de género.
Este asunto del género lo aborda Paulina Villamarín en De pie, señores. No obstante destaco que más allá de ese enfoque, expone cómo los espacios educativos son también trincheras ideológicas. Así, lo enlazo con el texto de Javier Benavides en su llamado a Defender la arquitectura desde las aulas, frente a lo que él considera una crisis disciplinar. Denuncia una academia que, en vez de formar arquitectos, produce empleados; donde la arquitectura se diluye entre discursos ajenos y una falsa libertad con la academia como cómplice. Sin embargo, también llama a resistir: “El arquitecto, como mártir, debe renunciar a las recompensas del mundo para seguir su vocación. La redención llegará póstumamente…”. ¿Será ese el insoportable peso del ideal, como sugiere Vásquez?
El segundo bloque gira en torno al texto de Ingrid Quintana, quien se pregunta qué es el buen gusto, a propósito del debate generado por la película Emilia Pérez. Se declara “amante de la baja cultura”, reivindicando su valor para comprender lo popular como clave del sentir colectivo. Esta sensibilidad reaparece en los textos de Daniela Loaiza, desde el espacio público como extensión de la arquitectura; Fernanda León, que observa la autoconstrucción rural como generadora de valor espacial y social; y Emilio Martínez, que destaca el potencial proyectual de la informalidad latinoamericana, tradicionalmente subestimado. Quintana invita también a mirar las aulas: ¿dónde aprendimos qué arquitectura era digna de nuestro “buen gusto”? Este bloque resalta la vigencia de la crítica arquitectónica: cómo influye en los consensos globales, y la urgencia de evitar que, como en El traje nuevo del emperador, nadie se atreva a señalar lo evidente.
En suma, el fauno ha logrado sacar la pata de este primer charco, donde cada autor/a se ha “mojado” desde la libertad y el pensamiento crítico en un espacio más allá de la formalidad académica. Ahora asoma la cabeza, atento a lo que traerá la segunda temporada. Como recordó Luis Morán en Escribir sobre arquitectura, la disciplina no se limita a edificar, sino que también se juega en cómo comunicamos, enseñamos y pensamos la arquitectura. Enrique Ferreras discutirá la hiperintelectualización de la disciplina; Andrea Salazar nos llevará de viaje, literal y reflexivo; yo pondré el dedo en llaga actualmente abierta sobre el Estadio Olímpico Atahualpa; y Kléver Vásquez seguirá con lo que ya es una microgenealogía de arquitectura y cine. Pero, ya que estamos en clave cinematográfica, mejor no dar más spoilers.





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