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Neowhites

Actualizado: 14 sept

Por: Francisco Díaz

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La llegada al poder de líderes nacionalistas y autoritarios en diversas partes del mundo ha llevado a muchas personas a establecer un paralelo con el surgimiento del fascismo hace un siglo atrás. Sin embargo, además de parecerse a 1920 o 1930, creo que nuestra época también repite lo que ocurrió en los años setenta, la década de las dictaduras en Sudamérica y también de Nixon o Thatcher. En ese momento, como una reacción a la explosión liberal y al auge de los estados del bienestar de la posguerra, se impuso una reagrupación conservadora en lo moral, una reorganización neoliberal en lo económico, junto a un rechazo de las utopías y las vanguardias artísticas. Esa actitud no deja de asemejarse a la crítica que muchos hacen hoy hacia las disidencias, el feminismo, Greta Thunberg o, incluso, a los así llamados woke.


En arquitectura, en particular, los setenta fueron los años en que la preocupación por la historia desplazó a la vanguardia y el posmodernismo se impuso en el discurso y la práctica. De esos años viene, por ejemplo, el publicitado debate estadounidense entre los whites y los greys.[1] Los grises, organizados por Robert Stern y con la mentoría intelectual de Vincent Scully y Robert Venturi, entendían que la arquitectura debía responder a los requerimientos del entorno o el contexto. Por ejemplo, un libro como Aprendiendo de Las Vegas proponía aprender del paisaje existente sin juzgarlo, y así incluir la cultura popular en el proyecto. Los blancos, por su parte, guiados por Colin Rowe y liderados por Peter Eisenman, entendían a la arquitectura como un lenguaje con palabras y reglas gramaticales propias, provenientes de su historia como disciplina y sin responsabilidades con el entorno. Dado que esas reglas eran consideradas como exclusivas de la arquitectura, este lenguaje fue definido como ‘autónomo’, en oposición al carácter inclusivo de los grises.


Si bien los apodos de ambos grupos provenían de los colores predominantes en los proyectos de sus arquitectos (si, eran todos hombres[2]), las propiedades cromáticas de estos calzaban bien con las características de cada grupo: la arquitectura de los grises se distinguía por sus matices, sombras, y su disposición a fundirse con el contexto; los blancos, mientras tanto, jugaban con una plástica abstracta, se consideraban herederos de las vanguardias de los años veinte, y aspiraban a un lenguaje puro y distinguible del contexto. Sin embargo, a pesar de sus diferencias conceptuales, ambos grupos compartían su origen elitista, su rechazo conservador a las vanguardias políticas y, por supuesto, su contexto de operación: los Estados Unidos de Nixon en plena guerra de Vietnam.


En nuestro campo, la semejanza entre el presente y la década de los setenta se hace evidente en el revival de muchas de esas ideas de hace cincuenta años atrás. Por ejemplo, se ha hecho habitual en muchos colegas la defensa de una arquitectura ‘pura’. Otros reclaman por la ‘contaminación’ de la arquitectura por parte de otros campos de saber. Prefieren rehuirse en una composición netamente plástica, que hable el lenguaje ‘propio’ de la arquitectura. El contexto es siempre un problema que se combate con oficio, geometrías puras, o plantas centralizadas. La arquitectura se convierte en un conjunto de ejercicios compositivos que se nutren de referencias a arquitecturas del pasado, mientras la noción de tipología y su exigencia de precedentes termina por aplanar cualquier intento realmente vanguardista.


Tal como los asustados habitantes de una gated community bajo la amenaza de un ataque imaginario, algunos colegas hacen rondas para defender el centro de una disciplina cuyas fronteras – afortunadamente en nuestro caso – nadie ha definido. Sin embargo, la indefinición de esas fronteras les lleva a creer que las amenazas vienen por todos lados. Por eso los neowhites se esfuerzan por definir unos límites que establezcan donde termina la arquitectura. Esta ansiedad reciente por decir qué cabe y qué no cabe dentro de la arquitectura es curiosa pero esperable: definir esos límites convierte el interior en un territorio conocido que es posible controlar y vigilar. Al entenderla como un recinto con contornos definidos, se hace más fácil identificar y aislar cualquier ruptura. Así, la arquitectura ya no es sólo un campo de conocimiento o una profesión; también se ha convertido en un territorio donde ejercer una función policial. Quizás sea ese afán de control el que ha impulsado el retorno de la palabra ‘disciplina’ al vocabulario de la arquitectura actual.


Tras esa actitud normalizadora, el problema de esta aproximación neowhite es fácil de adivinar: al final del día, todo se parece a todo. Cada vez hay menos diferencias y se castigan más los intentos por salirse del molde. Y en esto sí que volvemos a un siglo atrás. Como si la arquitectura fuera un linaje real, cuyo ADN pudiera contaminarse en su relación con aquello que está afuera, hoy parece bien visto ser white. El peligro de esta actitud disciplinaria no está sólo en la endogamia que ya había observado Tafuri a inicios de los setenta.[3] También está en qué hacemos con todo el mundo que circunda esta gated community llamada arquitectura pura; se trata de un entorno que se sigue expandiendo mientras la arquitectura se atrinchera en un centro imaginario cada vez más pequeño. Los resultados de esa ansiedad por inventar límites y su vehemente defensa aún están por verse. Esperemos, eso sí, que esta aproximación proteccionista hacia la arquitectura no lleve a los neowhites a tratar de resguardarla subiendo los aranceles.



[1] Este debate fue una polémica ficticia, orquestada por Robert Stern y Peter Eisenman. Su primera manifestación pública fue el artículo “Five on Five”, publicado en The Architectural Forum Vol. 138, No. 4 (May, 1973): 46-57. En dicho artículo, cinco arquitectos (los grises), criticaban el trabajo de otros cinco arquitectos (los blancos).

[2] En el bando de los Greys estaban Robert Stern, Charles Moore, Romaldo Giurgola, Allan Greenberg, Jaquelin T. Robertson, Robert Venturi, y Vincent Scully.  Los Whites, por su parte, alineaban a Peter Eisenman, John Hejduk, Richard Meier, Michael Graves y Charles Gwathmey, bajo la dirección de Colin Rowe.

[3] Ver: “L’Architecture dans le Boudoir” [La arquitectura en el tocador], conferencia realizada por Manfredo Tafuri en Princeton University en Abril de 1974. Fue republicada en: Manfredo Tafuri, “L’Architecture dans le Boudoir”. Architecture theory since 1968. (Cambridge, MA: The MIT Press, 2000).

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